V - Llueve sobre mojado (I)
El despertador en la habitación de la madre de Guido sonó correctamente, y el niño se levantó dando un salto. Se sentía lleno de energía, como si hubiese dormido durante una semana entera. Se alegró de encontrarse vestido con el equipo de gimnasia, y sin una gota de pereza procedió a anudar los cordones de sus zapatillas.
-¡Hijo! -exclamó Alicia sorprendida-. Pensé que te iba a costar un poco volver a la escuela después de estos cuatro días de no hacer nada…
Observó al niño durante unos instantes y luego agregó:
-Hoy no tenés clase de deportes, ¿Que hacés vestido así?
-Miércoles veinticinco de Junio -pensó Guido-. Otra vez.
-Yo me voy a preparar el desayuno -dijo ella-. Cuando vuelva quiero encontrarte con el uniforme puesto.
El uniforme constaba de una camisa blanca, corbata y calcetines rojos, pantalones grises, zapatos marrones y un abrigo azul oscuro. Parado junto a la cama, sobre la alfombra, Guido se puso los anteojos y bajó la mirada hasta clavarla sobre sus pies. Se agachó ansioso de ver si su idea había dado resultado.
-Miércoles 25 de Junio -dijo leyendo en voz baja lo impreso en el margen superior de la portada del periódico-. Tengo que mostrarle esto a Sebastián.
Terminó de cambiarse y sacó el chocolate del bolsillo de los pantalones de gimnasia, para ponerlo en el bolsillo de los pantalones color gris oscuro, junto a la portada del diario. Mientras desayunaba, tuvo que escuchar las recomendaciones de su madre acerca de cómo prevenir futuros resfríos y gripes, pero no le prestó mucha atención al discurso.
El autobús llegó como siempre, sin demoras. Sebastián, desde su asiento, recibió a su amigo gesticulando desesperadamente con ambos brazos. La expresión de total desconcierto dibujada sobre su rostro fue todo lo que Guido necesitó para darse cuenta de que ya no estaba solo en aquella locura.
-Tenías razón –susurró Sebastián tratando de que tan sólo su amigo lo escuchase-. ¡Mi mamá me puso el uniforme!
–Mirá -replicó Guido mientras sacaba de su bolsillo la portada del periódico.
Sebastián leyó la fecha y sonrió, presa del nerviosismo. Seguidamente, arremangó la manga izquierda de su abrigo, dejando al descubierto su reloj. Ante la atenta mirada de Guido, presionó un pequeño botón en el costado del artefacto, haciendo que se escuchase lo siguiente:
-“Jueves veintiséis de Junio de...”
Ambos muchachitos se miraron, cómplices de una realidad que los tenía maravillados y confundidos en partes iguales. Fue entonces que una voz los sobresaltó.
-Ese reloj esta mal, hoy no es Jueves, chicos.
-Eeeh... Si, ya lo sabemos -dijo Guido con el corazón casi a punto de escapársele por la boca.
Era Sabrina, la de las trenzas de plastilina y el cuello largo de jirafa. Asomada por sobre el respaldo de su asiento, les había dado un buen susto. Esa chica malcriada y entrometida... ¿Habría escuchado toda la conversación? Por si acaso, sería necesario guardar silencio y hacer de cuenta de que nada ocurría, cuando menos por el momento.
-¡Hijo! -exclamó Alicia sorprendida-. Pensé que te iba a costar un poco volver a la escuela después de estos cuatro días de no hacer nada…
Observó al niño durante unos instantes y luego agregó:
-Hoy no tenés clase de deportes, ¿Que hacés vestido así?
-Miércoles veinticinco de Junio -pensó Guido-. Otra vez.
-Yo me voy a preparar el desayuno -dijo ella-. Cuando vuelva quiero encontrarte con el uniforme puesto.
El uniforme constaba de una camisa blanca, corbata y calcetines rojos, pantalones grises, zapatos marrones y un abrigo azul oscuro. Parado junto a la cama, sobre la alfombra, Guido se puso los anteojos y bajó la mirada hasta clavarla sobre sus pies. Se agachó ansioso de ver si su idea había dado resultado.
-Miércoles 25 de Junio -dijo leyendo en voz baja lo impreso en el margen superior de la portada del periódico-. Tengo que mostrarle esto a Sebastián.
Terminó de cambiarse y sacó el chocolate del bolsillo de los pantalones de gimnasia, para ponerlo en el bolsillo de los pantalones color gris oscuro, junto a la portada del diario. Mientras desayunaba, tuvo que escuchar las recomendaciones de su madre acerca de cómo prevenir futuros resfríos y gripes, pero no le prestó mucha atención al discurso.
El autobús llegó como siempre, sin demoras. Sebastián, desde su asiento, recibió a su amigo gesticulando desesperadamente con ambos brazos. La expresión de total desconcierto dibujada sobre su rostro fue todo lo que Guido necesitó para darse cuenta de que ya no estaba solo en aquella locura.
-Tenías razón –susurró Sebastián tratando de que tan sólo su amigo lo escuchase-. ¡Mi mamá me puso el uniforme!
–Mirá -replicó Guido mientras sacaba de su bolsillo la portada del periódico.
Sebastián leyó la fecha y sonrió, presa del nerviosismo. Seguidamente, arremangó la manga izquierda de su abrigo, dejando al descubierto su reloj. Ante la atenta mirada de Guido, presionó un pequeño botón en el costado del artefacto, haciendo que se escuchase lo siguiente:
-“Jueves veintiséis de Junio de...”
Ambos muchachitos se miraron, cómplices de una realidad que los tenía maravillados y confundidos en partes iguales. Fue entonces que una voz los sobresaltó.
-Ese reloj esta mal, hoy no es Jueves, chicos.
-Eeeh... Si, ya lo sabemos -dijo Guido con el corazón casi a punto de escapársele por la boca.
Era Sabrina, la de las trenzas de plastilina y el cuello largo de jirafa. Asomada por sobre el respaldo de su asiento, les había dado un buen susto. Esa chica malcriada y entrometida... ¿Habría escuchado toda la conversación? Por si acaso, sería necesario guardar silencio y hacer de cuenta de que nada ocurría, cuando menos por el momento.
Etiquetas: V - Llueve sobre mojado
1 Comments:
Hola Mantis:
Su producción es incesante y elegante.
Ante todo.
Congratulaciones.
Publicar un comentario
<< Home