sábado, octubre 21, 2006

I - Guido (II)

El timbre de entrada sonó, y todos se dispusieron a formar filas. Según creía Sebastián, era preferible ir al final de la fila porque así era posible pasar mas tiempo fuera del aula, entrando algunos segundos después que el resto.

-Me alegra tenerte de regreso, Guido –susurró Lourdes, saludando al niño con un beso en la mejilla–. Espero que la gripe no te haya hecho olvidar todo lo que aprendimos hasta ahora.

Lejos de querer intimidar a los alumnos, la señorita Lourdes era muy amigable y rebalsaba paciencia, explicando una y mil veces cada una de las tareas a realizar, cuando alguno de sus alumnos se lo solicitaba. Pese a ello, podía enojarse bastante cuando lo creía necesario. Sus ojos claros, su brilloso cabello rojizo y su cuidada silueta eran atributos por todos conocidos en la escuela. Tan conocidos como lo era su esposo, el profesor de Educación Física, una temperamental masa de músculos con la cual nadie se hubiera atrevido siquiera a discutir acerca del clima.

Finalmente, floreció el primer recreo. El mas esperado por todos, obviamente. Guido metió la mano izquierda en el bolsillo y saco el dinero que su madre había introducido en él. No tenía pensado gastarlo todo en un solo recreo, pero tenia hambre. Se unió a la fila. El sandwich de jamón y queso se veía particularmente encantador esa mañana: humeante y recién salido del horno, parecía reírse del frío y del invierno. Sebastián mientras tanto ya se había abalanzado hacia los primeros lugares de la fila a fuerza de empujones, para regresar sonriente y victorioso trayendo dos bocadillos en sus manos. Guido estaba seguro de que los mismos serian solo el comienzo. Si se daba el caso de que a aquel demonio de Tasmania con pantalones no le bastase con su dinero para saciarse, ya se toparía con algún compañero de clases llevando un paquete de galletitas dulces, y no se demoraría en encontrar la manera de que éste le convidase algunas.

-¡César! –exclamó el troglodita.

Y pobre de César. Fue él, y no otro, quien se convirtió en un inesperado proveedor de galletitas. Sentado en la escalera responsable de conducir hacia el primer piso a los alumnos de los grados superiores, le hizo señas a Guido para que le acompañase en el desayuno. El recreo terminó en el preciso instante en que Guido disfrutaba del último bocado de su sandwich, a la vez que el aspirante a conductor de autobuses se regocijaba saboreando el relleno de la última galletita. A paso lento, todos volvieron a clase, y la mañana transcurrió según lo previsto: tareas, mas tareas, y el recordatorio de que la evaluación de Historia estaba próxima. El día escolar llegó a su fin, para alivio de todos. Incluso la señorita Lourdes daba signos de querer volver a casa. Los niños conversaron sobre la nueva serie de dibujos animados que se estrenaría en unos días, y acordaron encontrarse durante el fin de semana en casa de Guido para pasar un buen rato mirando alguna película y comiendo pizza. Sebastián se subió al micro a los empujones y desapareció haciéndole reafirmar la promesa de la pizza al pobre Cesar. Éste, como era usual, tuvo que esperar durante unos minutos a su hermano mayor, para que lo acompañase hasta su casa. Guido, por otra parte, no alcanzó a dar dos pasos en dirección al autobús escolar, cuando escuchó el bocinazo característico del automóvil de su padre.

***
-No puedo creerlo Fargo... ¡Lo logramos!
-¡Baja la voz, muchacho! Es... es realmente increíble... ¿Estas herido?
-No... no lo creo, estoy algo mareado, pero eso es todo...
-Tranquilízate, eso es natural. Aquí el flujo es casi imperceptible. La diferencia es superior a la esperada... ¿Lo sientes?
-Un poco, pero no tanto como debes sentirlo tú. No han quedado rastros del portal, ni siquiera su aroma... eso quiere decir que todo sucedió a la perfección, ¿No es cierto?
-Así parece... pero bajo estas condiciones, nos resultará muy difícil regresar. Afortunadamente, tenemos un par de días para acostumbrarnos.
-¡Esto es increíble! ¡Lo que hemos hecho no tiene sentido!
-¡En nombre de los dioses! ¡Cálmate y guarda silencio o despertarás a todos aquí! ¡Nuestra misión no debe ser perturbada!
-De acuerdo, de acuerdo. ¿Y ahora? ¿Hacia dónde vamos? Aún es de noche...
-Allí está la escuela de la cual te hablé, allí lo encontraremos. Las instrucciones que recibimos fueron claras ¿Las recuerdas?
-¡Por supuesto! Pero...
-¿Qué sucede, Royd?
-¿Cómo haremos para reconocerlo?
-Se supone que lo sabremos cuando lo veamos...
-¿Y qué haremos mientras tanto?
-Tú quédate callado y sígueme, yo me ocuparé de disimular nuestra apariencia... y trata de serenarte un poco, por favor.
-¿Y qué nos harán si nos descubren?
-No te preocupes, muchacho, no nos descubrirán. Confía en mí.

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3 Comments:

Blogger Rodolfo Fucile said...

Sr. Mantis:
Felicitaciones por este nuevo emprendimiento literario.
Pasaré seguido. Un abrazo,

Rodolfo

4:45 p. m.  
Blogger Mantis said...

gracias por las felicitaciones y el abrazo, Don Rodolfo.

El emprendimiento, como ya dije, es más de los personajes que mío. y sin embargo, es personalísimo, je. Supongo que lo escribo nomás para leérselo a un hijo, algún día.

9:30 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

La música que acompaña el escrito (y que además es fuente de inspiración para la historia...)...me encanta...
El temita se llama "Time's Scar"...al juego no lo jugué...pero si al título anterior para super nintendo...Chrono's Trigger... Que buena música...

Igualmente...yo creo que el momento en donde son introducidos los personajes Fargo y Royd...estaría perfectamente musicalizado con el temita "The First Five Minutes After Death" de Coil...por si pensás alguna vez llevar este emprendimiento a la pantalla grande.

5:35 p. m.  

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